Dr. Peter Masters
Algunos dicen que el cesacionismo (la cesación de los dones)
no puede ser absolutamente demostrado basándose en la Palabra de Dios. Creemos,
sin embargo, que la cesación de los dones de revelación y señales (que estaban
presentes en los tiempos apostólicos) se enseña claramente en la Palabra de
Dios, y de hecho tan claramente que opiniones contrarias al respecto solo han
surgido de forma seria alrededor de los últimos cien años.
No solo la revelación está completa y ha cesado, sino que
también han cesado las señales que avalaban que la revelación está en progreso.
He aquí un corto resumen de seis pruebas bíblicas que nos muestran que los
dones de revelación han cesado (las visiones, las palabras de ciencia, las
palabras de sabiduría y las profecías) al igual que los dones de señales (las
sanaciones y el hablar en lenguas). Dios aún sana, por supuesto, pero en
respuesta a la oración, y no a través de las manos de algún supuesto sanador.
El pasaje controversial de 1 Corintios 13:8-10 no
será usado en este artículo para probar la cesación de estos dones. Solo nos
referiremos a los pasajes que consideramos irrefutables.
1. No ocurren desde los tiempos de los apóstoles
La primera prueba del cesacionismo (la terminación de los
dones de revelación y de señales) es que las sanaciones y prodigios solo podían
ser hechas por los apóstoles, y que estas eran señales especiales que les
autentificaban como apóstoles. En 2 Corintios 12:12 Pablo
dice: “Con todo, las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda
paciencia, por señales, prodigios y milagros”.
Hubo algunas personas en la iglesia de Corintio que
desafiaron la validez del apostolado de Pablo. Para defenderse, Pablo les pide
que miren su don de sanación y de otras señales milagrosas que fueron hechas
entre ellos, afirmando que solo los apóstoles podían ejecutar tales cosas.
El libro de Hechos afirma de manera específica
que las sanaciones y otros prodigios eran exclusivos de los apóstoles, quienes
obviamente ya no existen.
Un apóstol era alguien que había acompañado al Señor
Jesucristo, que lo había visto después de su resurrección y quien había sido
personalmente nombrado por Él. Como testigo especial de la resurrección, se le
otorgó el poder de sanar. Él también era alguien a quien el Espíritu Santo le
mostraría “toda la verdad” (Juan 14:26 y 16:13) y quien
escribiría los escritos inspirados o los ratificaría.
Los creyentes necesitaban saber quiénes eran los verdaderos apóstoles, para así respetar su autoridad especial y única. Ellos los reconocerían por sus sanaciones y otras señales. Las personas que no pertenecían al grupo de los apóstoles (el cual incluía dos ayudantes designados) no podían hacer estas señales. Si ellos las hubiesen podido hacer, entonces nadie habría podido tener la certeza de quiénes eran los verdaderos apóstoles.
Pablo era un apóstol debido a que vio al Señor resucitado y
a que fue directamente nombrado por Él. El hecho de que no recibió
entrenamiento directo de parte de Cristo, fue compensado al recibir
revelaciones únicas y especiales. Pablo aclara en 1 Corintios 15:8 que,
a él, “al último de todos, y como a un abortivo, me apareció”, indicando que él
fue el único apóstol fuera del grupo original y que, por lo tanto, era el
último. (Las personas que hoy en día dicen ser apóstoles no cumplen con los
requisitos y sus afirmaciones son inapropiadas y erróneas).
Cuando algunas personas dicen que la cesación de los dones
de los apóstoles no puede ser probada basándose en las Escrituras, se les
olvida que el libro de Hechos afirma de manera específica que
las sanaciones y otros prodigios eran exclusivos de los apóstoles, quienes
obviamente ya no existen.
Cuando las iglesias habían crecido y se habían multiplicado,
Pedro fue a Lida y luego a Jope, donde notablemente sanó a Eneas y levantó a
Dorcas de entre los muertos. Comunidades enteras se quedaron asombradas porque
ninguno de los otros creyentes en dichos lugares podía hacer tales cosas.
La única ocasión en la cual alguien fuera del grupo
mencionado anteriormente ejecutó una sanación fue cuando el Señor le ordenó a
Ananías que sanase a Pablo. No hay ninguna otra sanación aparte de estas en la
Iglesia primitiva. Las ideas pentecostales y carismáticas que argumentan que
los cristianos constantemente y de manera indiscriminada llevaban a cabo
sanaciones simplemente no se enseñan en la Biblia. De ahí que el registro
infalible de las Escrituras muestre que el punto de vista carismático de la
sanación es un error basado en un mito. El registro bíblico prueba que las
sanaciones y obras poderosas estaban restringidas a un grupo de personas
quienes ya, por supuesto, han dejado de existir.
2. El propósito temporal de las lenguas
En 1 Corintios 14:21-22 Pablo dice: “En la
ley está escrito: En otras lenguas y con otros labios hablaré a este pueblo; y
ni aun así me oirán, dice el Señor. Así que, las lenguas son por señal, no a
los creyentes, sino a los incrédulos”.
Esta sería una señal de la nueva era o época cuando Dios
bajaría la bandera de la Iglesia judía y subiría la de la Iglesia judío-gentil
de Jesucristo. Los judíos incrédulos que resistían a Cristo y se aferraban a
los vestidos de Moisés tendrían la Palabra de Dios predicada a ellos en idiomas
bárbaros o gentiles.
Todo esto se cumplió, comenzando en el día de Pentecostés. A
los judíos se les llamó y advirtió debidamente, pero las lenguas no se
mencionan fuera de los Hechos de los Apóstoles y de 1
Corintios 12:14, lo que muestra que habían logrado su propósito de advertir
a los judíos de que la nueva era o época había llegado.
El evangelio ahora se predica prácticamente en todos los idiomas
del mundo, y la señal de que esto sucedería hace mucho que desapareció. El
propósito del hablar en lenguas (de acuerdo con las enseñanzas de Pablo) fue
cumplido en los tiempos apostólicos, lo que prueba su cesación desde aquel
entonces.
La tercera prueba del cesacionismo se suma a la segunda, y
es esta: El don de hablar en idiomas reales fue dado en el día de Pentecostés
(y por un breve periodo de tiempo después de eso), y nunca se ha visto desde
entonces. Debería sernos obvio que los idiomas milagrosos del libro de Hechos y
de 1 Corintios nunca han ocurrido desde aquellos días.
Quienes en la actualidad defienden el hablar en lenguas,
siempre señalan 1 Corintios 13:1 donde Pablo, hablando
hipotéticamente, dice que aun si el hablase lenguas angélicas, pero sin amor,
no contaría para nada. Desesperados por encontrar un texto, los maestros
carismáticos toman las palabras de Pablo como justificación para lenguas
extáticas y no lingüísticas, pero es claro para cualquier persona que piense,
que este es un uso terriblemente incorrecto del versículo.
El cesacionismo es algo que se enseña claramente en las
Escrituras en virtud de la descripción precisa que la Escritura hace acerca de
los idiomas reales, la cual no se puede aplicar a nada de lo que ha
sucedido desde entonces.[1]
Desde los tiempos de la Biblia hemos presenciado los gloriosos eventos de reformación, al igual que poderosos avivamientos cuando al Espíritu de Dios le ha placido obrar con poder excepcional. A pesar de esto, no se ha reportado o registrado ni siquiera un caso de alguien que clame tener la habilidad de hablar en un idioma real que nunca haya aprendido. Esta es una prueba certera de que el genuino don bíblico de lenguas ha cesado.
La cuarta prueba de la cesación del don de la revelación y
de señales es esta: en el Nuevo Testamento no existen instrucciones para el
nombramiento de apóstoles, profetas, sanadores o de ningún otro oficio por el
estilo. Esto es algo de tremenda importancia porque Dios ha establecido un
patrón detallado para la Iglesia en el Nuevo Testamento. Es cierto que algunos
cristianos no creen que la Biblia provea los planos o el modelo a seguir para
la iglesia, pero la mayoría de personas quienes poseen creencias bíblicas bautistas
sí lo creen.
Desobedecemos el patrón perfecto de Dios si llevamos a
cabo nombramientos en la iglesia que no han sido prescritos o mandados
Tenemos instrucciones que con sumo cuidado indican cómo
seleccionar predicadores, ancianos y diáconos, pero no existen instrucciones
para el nombramiento de apóstoles (porque estos oficios no habrían de
perpetuarse) o de cómo reconocer o acreditar a un profeta (porque los dones de
revelación cesaron cuando la Biblia fue completada). Tampoco existen
instrucciones para el nombramiento de sanadores.
5. La revelación ha sido completada
¡Cuán gozosos estamos debido a esto! En qué estado
estaríamos si personas pudieran surgir aquí y allá (como sucede en el mundo
carismático) dándonos nuevas revelaciones. ¿Quién podría saber lo que es
correcto y lo que es verdad? Pero la Escritura es el estándar de medida para
todo, y ya está finalizada, y completa, y es perfecta, suficiente y confiable.
Judas pudo hablar acerca de la fe que “ha sido una vez dada
a los santos”. Su epístola posiblemente fue escrita veinticinco años antes del
último libro de la Biblia, pero lo suficientemente “tarde” para afirmar que
todas las doctrinas principales e instrucciones para la iglesia habían sido
reveladas. En esta etapa avanzada de la revelación, Judas habla de la fe que ha
sido una vez dada, o, mejor dicho, que de una vez por todas ha sido dada. Esta
ha sido prácticamente finalizada; pronto (desde la perspectiva de Judas) no
habrá más revelación.
Los versículos finales de la Biblia advierten que nada puede
ser añadido o sustraído de las palabras del libro de Apocalipsis,
pero esto ciertamente aplica a la Biblia entera, no solo al último libro. Lo
sabemos porque esta advertencia refleja la advertencia dada por Moisés en el
primer libro de la Biblia (los primeros cinco libros fueron originalmente uno),
es decir, Deuteronomio 4:2: “No añadiréis a la palabra que yo os
mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de Jehová
vuestro Dios que yo os ordeno” (Palabras que Moisés repitió en Deuteronomio
12:32).
En Efesios 2:20 la Iglesia es descrita como
que está edificada “sobre el fundamento de los apóstoles y profetas [es decir,
los profetas del Nuevo Testamento] siendo la principal piedra del ángulo
Jesucristo mismo”. Un fundamento es algo completo y estable, mientras que el
edificio continúa siendo construido.
Es esta revelación completada (particularmente el Evangelio)
la que será testigo a los creyentes de todas las épocas, hombres y mujeres,
alrededor del mundo hasta el final. Los creyentes continuarán viendo visiones y
soñando sueños en este sentido: ellos adoptarán, meditarán y proclamarán las
infalibles “visiones y sueños” dados a ellos en la Biblia. No “profetizarían”
en el sentido de recibir una nueva revelación. Ellos también soñarán sueños
acerca de los planes y conquistas del Evangelio. En este sentido, la profecía
de Joel está aún siendo cumplida.
Ya que la revelación fue completada en el tiempo de los
apóstoles, podemos ver que la tarea de los apóstoles y profetas se acabó. Y si
los dones de revelación han terminado, entonces han terminado también las
señales que autentificaban a los autores inspirados. Recordemos lo que Pablo
dijo en 2 Corintios 12:12: “Entre vosotros se operaron las señales
de un verdadero apóstol […] por medio de señales, prodigios, y milagros”
(LBLA).
6. Las Escrituras testifican acerca del final de los
dones
La sexta prueba acerca del final del cesacionismo es esta:
las Escrituras muestran que estos dones estaban en el proceso de ser retirados
en ese tiempo específico. Pablo, por ejemplo, quien poseía poder apostólico
para ejecutar señales y prodigios y obras poderosas, no pudo, en el transcurso
del tiempo, sanar a Timoteo o a Trófimo o a Epafrodito.
La palabra unción es mencionada, pero el término griego que
denotaba la unción religiosa no es usado aquí. El griego usa una palabra muy
práctica que significa “frotar” con aceite, como a manera de alivio para las
úlceras ocasionadas por estar postrado en cama. Lo que Jacobo en realidad
afirma es algo como esto: “Cuidado con que tu mente sea tan celestial que no
seas de uso terrenal, sino que presta alivio físico a aquellas personas que
sufren”.
El pasaje en Santiago contiene cuatro
exhortaciones para orar y es una continuación de su enseñanza acerca de lo que
debemos decir: “Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello”.
Podemos, y debemos, orar por la sanidad de quienes están enfermos, pero puede
ser que la voluntad de Dios sea que un enfermo testifique de la gracia de Dios
en su enfermedad.
El punto principal para nosotros en este artículo es que
nadie posee un poder especial para sanar en Santiago 5. La sanación
es hecha por Dios en respuesta a oraciones. Se puede ver que la actitud
continua de la iglesia es la de orar por sanación, recordando que algunos son
llamados a vivir “como ejemplo de aflicción y de paciencia” (Santiago 5:10).
El hecho de que Jacobo no mencione los dones de sanación
muestra de manera inequívoca que el don de sanación fue retirado bastante
pronto durante el curso de la era apostólica.
¿Asumiría un lector neutral de la Biblia que los dones serían para todos los tiempos?
Al leer de manera cuidadosa el libro de Hechos,
descubren que solo el grupo apostólico sanaba y sienten que han sido engañados
por la noción carismática y pentecostal de que numerosas personas lo hacían.
Muchos creyentes pensantes entienden por ellos mismos que
para las personas carismáticas, las Escrituras ocupan un segundo lugar después
de la imaginación humana y las experiencias misteriosas.
Nada de esto significa que el Señor no inste a su pueblo a recordar deberes o verdades, o a hacer ciertas cosas, o que no les advierta de peligros inminentes. Estas son intimaciones divinas, no revelaciones o dones.
El daño que la enseñanza carismática ha causado
Muchos carismáticos han comenzado a notar la enorme
diferencia entre la Biblia y lo que se les ha enseñado. Las personas con tales
dudas a menudo se preocupan por el hecho de que un elevado número de católicos
que dependen de María, que van a misa y practican las buenas obras para
alcanzar la salvación también pueden hablar en lenguas y profetizar. Muchos
católicos adoran exactamente de la misma manera en la que lo hacen los
protestantes carismáticos.
Hay muchos cristianos sinceros en el movimiento carismático,
pero aseveramos que el intentar restablecer el don de señales y de revelación
es un error con consecuencias extremadamente dañinas. Podemos ver el daño
cuando vemos la aparición de inmensas secciones del movimiento en el que el Evangelio
prácticamente ha desaparecido al ser enterrado bajo extravagancias no
bíblicas.
La poderosa corriente que constantemente aleja la
“circunscripción” carismática más y más de la Biblia, es evidencia de un error
serio y fundamental, es decir, la idea de que los dones de señales y de
revelación son válidos para todos los tiempos. El experimentarlos implica un
doble error: primeramente, reducir los dones a algo no milagroso (por ejemplo,
convertir idiomas reales en palabrerías de tipo no lingüístico) y, en segundo
lugar, menoscabar las Escrituras, que ahora se tendrían que rendir ante
experiencias imaginarias de sueños, visiones, “palabras del Señor” y
revelaciones similares. También se hace daño a cristianos cuya fe es desviada
de Cristo y su Palabra, a fenómenos y sensaciones.
Fuente: Tabernáculo Metropolitano
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