Un camino sin regreso. Testimonio de un Cristiano Bautista Reformado - Evangelio primitivo blog de Cesar Ángel

viernes, 17 de febrero de 2023

Un camino sin regreso. Testimonio de un Cristiano Bautista Reformado




"Ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo" Filipenses 3: 8


La senda que me convirtió en lo que soy

Dios, en el camino de conocimiento del evangelio, que trazo para mí, fue depurando mis equivocadas creencias.


Inicialmente, en mi incipiente adultez, su revelación natural y su semilla universal, me alejaron de un ateísmo heredado de mi progenitor. 

Posteriormente, Me mostró que la religión de mi madre, abuelos y de todos los que conocía, adoraba equivocadamente a ídolos mudos. 

Y entonces me llevó al desierto y conocí el "fuego extraño" de otros que ofendían su Espíritu Santo. 

Sin sacarme del árido terreno, me encontré después en medio de avariciosos predicadores seguidos por hombres igual o más avariciosos y otros entregados al príncipe de este mundo, solo para satisfacer su ego y su carne. La intención del Padre para conmigo era que quedará en mi memoria la ruta del camino ancho que conduce a la perdición para prevenir a los que pondría delante mío en el futuro.

Habiendo salido de allí por obra del Espíritu de Dios, me encontré en terrenos algo más fértiles, conocí la denominación Bautista. Descanse entre personas diáfanas y amorosas que me enseñaron lo que es la Koinonia. Durante algún tiempo repose en ese oasis y en sus aguas baje con Cristo, para que quedará en mí, su sello, que trajo consigo que los míos y los que me rodeaban se percataran que mi entrega al evangelio no era mero arrebato. 

Pero El Señor me tenía más y colocó en mi corazón, molestia y rechazo al libre albedrio, con el que allí las personas consideraban su salvación.


Deje aquel lugar lleno de amigos, y estando solo, con la iluminación del Espíritu, me interne en su bendita Palabra. Los hermosos versículos sobre elección y predestinación se iluminaron ante mí, de tal manera que fui lleno de indescriptibles emociones. De alegría y llanto. Iguales a las emociones del niño que destapa sus regalos navideños, o, sin exagerar, las del portugués Magallanes, cuando descubrió el estrecho oceánico que lleva su nombre. 

Luego, con afán, con las ansias de devorar todas sus palabras, se fueron descubriendo ante mis ojos los versos que hablaban de su soberanía, sus atributos, la expiación de su hijo y la obra regeneradora de su Espíritu.

Y entonces comprendí que yo, piltrafa humana, había sido justificado por el Padre, a través de su ira desatada sobre Cristo. Jesús murió por mí. Quebrantado me encontraba.

Ya no era un oasis, era la misma fuente de agua viviente a la que Dios me llevo para quedarme. Arrepentido, me aleje de lo que aún me ataba a los hábitos de este mundo. 

Había otro regalo que tampoco merecía: su Santo Espíritu me acompañaría hasta el final, ya era demasiado. Lo glorificaría en santidad por su fruto y para siempre. 

Me vi gozoso de las mismas dádivas de bíblicos hombres del antiguo pacto y de aquellos apóstoles que en el nuevo, fueron iluminados y fundaron la iglesia a la que ahora pertenecía.


Quise ver a cuantos más, fuera de las escrituras, les había ocurrido lo que a mí. Y he aquí que mi Padre me tenía más sorpresas. Viajando a través de la historia del credo cristiano, conocí a grandes hombres, unos apologistas que preservaron la sana doctrina, otros mártires que dieron su vida por Jesucristo, otros eruditos que iniciaron la hermenéutica y la exégesis correcta. 

Aprendí que, en los 3 primeros siglos, los cristianos mantuvieron el evangelio limpio de contaminaciones y crecieron en número. A un costo alto eso sí. El de la persecución, cautiverio, tortura y muerte a manos de los romanos. 

Conocí en la historia, a hombres, algunos de ellos mártires, que además de no negar a Cristo, escribieron grandes obras exegéticas que sirvieron de base a eruditos posteriores. Hombres como Clemente, Ireneo, Ignacio, Justino Mártir, Policarpo y Agustín de Hipona, defendieron la Fe cristiana, la difundieron en medio de las dificultades y la conservaron. 

Aprendí que la cristiandad estuvo 1000 años bajo el yugo de la oscuridad a la que la sometió el paganismo católico romano, contaminando el evangelio y sus rituales. 

Y en esta retrospectiva conocí a John Hus, John Wicliffe, Pedro Valdo y Girolamo Savonarola, quienes marcaron la senda que me llevó a LA REFORMA

Al leer los escritos que me describían y narraban lo que era, contemple su belleza, que glorificaba al creador. La reforma era la manifestación inconfundible de la Justicia y la Soberanía de Dios. Era el regreso a la SENDA ANTIGUA, a su Gracia, a su Gloria y la de su hijo. De vuelta a la fe salvificadora, a las escrituras, a su autoridad, inerrancia y suficiencia, al evangelio primitivo, a través de hombres valientes enfrentados al papado, con la consigna de las “5 solas” como estandarte. 

 La justicia de Dios había llegado. Daba gusto leer como las cosas se colocaban en orden. Y en esa lectura, brotaron como flores de primavera los que constituirían la generación esplendida llamada “Los reformadores”: Martín Lutero, quien prendió la mecha, Juan Calvino, con su pluma que llevaba la excelsa exégesis, Ulrico Zwinglio, Gillermo Farel, John Knox, Pedro Valdo, Teodoro de Beza, entre otros. 

De una cosa tenía absoluta certeza: LA REFORMA es para siempre. Porque la fe reformada, ha sido y es para mí obra divina, en la que el creador devolvió a sus criaturas su revelación especial para ser constituidos sus hijos.


Por inercia y habiendo empezado a transitar un camino sin regreso: el del evangelio de Cristo y el conocimiento de la palabra, me introduje de lleno en estos magníficos Reformadores. Comprobé que las enseñanzas bíblicas que en el pasado Dios me había mostrado, ahora tomaban nombre propio: “Doctrinas de la Gracia”. Y detrás de ellas estaba Juan Calvino y su don interpretativo. El manjar de la teología iluminada en la escritura, estaba servido para mí. 

. Había otros que experimentaron lo que yo. Y magistralmente lo plasmaron en obras literarias que enriquecieron y facilitaron el conocimiento de la Palabra del Señor. Me identifique de inmediato con sus principalísimos postulados. La exégesis de Calvino sobre soteriología y soberanía de Dios, serían la brújula que el Padre trazó para quienes fuimos colocados por Él en el camino irreversible del Evangelio de su hijo amado. 


Pero por sobre la brújula calvinista, el Espíritu de Dios iluminó la palabra en mis manos, y pues encontré algunos postulados de Calvino con los que difería. La certeza del error en ellos, era la misma sensación que tuve años atrás, con el libre albedrío en aquella hermosa Iglesia Bautista arminiana. 

Aprendí que la inerrancia y la infalibilidad eran exclusivos de los autores bíblicos y que los reformadores fueron susceptibles al error, pues solo fueron iluminados, mas no inspirados.

Veía con claridad en las escrituras, la doctrina del bautismo de creyentes (credo-bautismo) y se me mostraban forzados los argumentos que soportaban el paidobautismo (bautismo de infantes). 

De hecho, tenía un pasado Bautista, en el que aprendí la aplicación correcta que la iglesia debe dar a la ordenanza del bautismo. Adicionalmente, no vislumbré en las escrituras soporte para el modelo de gobierno teocrático que propuso Calvino y que alcanzó a montar en Ginebra con no muy buenos resultados y que fue la base para el gobierno eclesial de la iglesia Presbiteriana. 

Estos 2 factores confirmaron en mi la seguridad de alinearme, no solo con la Fe Reformada, sino además de con Identidad Credo-Bautista.


En mi caso, habiendo estudiado el origen y desarrollo de la Identidad Bautista (ubicado en el separatismo puritano ingles del siglo XVII), no me cabe duda que tiene históricamente una Fe reformada, desde cuando se les conocía como "Bautistas particulares" por aquello de la expiación particular. El credo de los Bautistas Reformados quedó plasmado en la Confesión de FE de Londres en 1689, aún más depurada que la presbiteriana de Westminster (1646), pues se corrigieron, con exégesis escritural, las doctrinas que nos diferencian de los presbiterianos (bautizo de infantes, teología pactual, gobierno eclesial, entre otros). 


Hoy día, por la gracia de nuestro Señor, el CAMINO SIN RETORNO se ha llenado de edificantes vivencias. Mis días los trajino reunido en asamblea, constituyéndonos en Iglesia, con otros que, como yo, desean adorar en Espíritu y en verdad a Dios, crecer en Fe, Santidad y en el conocimiento de su preciosa Palabra y dentro del marco de la IDENTIDAD REFORMADA CREDO-BAUTISTA. También Dios me ha dado el valioso ministerio de difundir el Evangelio de Cristo y el Credo Bautista Reformado, a través de las redes sociales. Lo cual he tomado con toda la seriedad y responsabilidad que ello conlleva, pues, así como alguna vez, en el pasado, Dios permitió la invención de la Imprenta que llevó la Biblia al pueblo, así Dios permitió el desarrollo de la tecnología al servicio de la información. Que den cuenta de ello ante nuestro Señor aquellos que mal la usan. Sin embargo, para mi representa grandes desafíos, intenso trabajo, inmensa satisfacción y sobre todo el gozo de ser un siervo inútil de nuestro Señor Jesús. GLORIA A DIOS.



Cesar Augusto Ángel

Versión original septiembre 16 de 2015

Actualizado 4 noviembre de 2022


Quien esté interesado en conocer el origen e historia de los Bautistas reformados, le recomiendo el excelente trabajo del Pastor Eduardo Flores, que podrá encontrar en el siguiente enlace: 


Si desea saber que es una Iglesia Bautista Reformada, puede ir al siguiente enlace. 



Se permite su reproducción, para fines sin ánimo de lucro y citando el autor y la procedencia.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario